Lo que se va

Primero comenzaré explicando que mi intención con esta acción no es distinta a cualquier otra, la considero un proyecto más, un gesto significativo. No es un adiós, ni una queja vacua; de hecho, en cierto modo, es un disfrute. Encuentro en el auto borrado de murales un placer personal y estético difícil de explicar. Siempre lo he sentido, no solo en los murales, pero especialmente en ellos (ya hice algo similar en 2013, antes del icónico borrado de Blu en Berlín). Es por eso que, aunque las razones de suprimir el contenido de mis pinturas son numerosas y complejas, no he dejado de atender durante este proceso a la estética -a lo formal- como un recurso para señalar un conflicto. De hecho, pienso que estas piezas semi borradas poseen una fuerza expresiva que nunca llegué a conseguir con las anteriores.


Borrado #5. Málaga. 2022

Hace tiempo, desde que me concentré más en el muralismo que en el graffiti tradicional, que pintar en la calle me suscita animados debates internos. En un principio abandoné la participación en eventos nacionales e internacionales de arte urbano (muralismo principalmente), cuya idiosincrasia me impedía conocer el lugar a intervenir. Me sentía un impostor pintando formatos monumentales en un contexto que desconocía. ¿Quién era yo para imponer estas piezas desmesuradas en un lugar extraño? ¿Qué me diferenciaba de esas gigantografías publicitarias que tanto detesto? Decidí reducir las dimensiones, no solo de mis intervenciones, si no también de mi radio de acción. Me centré en investigar y trabajar en la ciudad en la que resido, Málaga. Aposté, con humildad, por lo local. Así, y desde 2018 he intervenido sobre todo en el distrito centro, usualmente pintando paredes. Lo he hecho porque es el lugar que mejor conozco, en el que transito y en el que vivo , y porque entendía que era un punto de encuentro que nos pertenecía a todos. A pesar de tratar de escapar de un muralismo complaciente, el monstruo en el que se ha convertido el modelo de mercado de la ciudad neoliberal, y una de sus consecuencias, la gentrificación, ha provocado que considere que este tipo de acciones no sean ya efectivas para mis motivaciones.

Encuentro en el auto borrado de murales un placer personal y estético difícil de explicar.

Hoy, aquí, como en tantas otras ciudades, casi todo es instrumentalizado para fines turísticos, para extraer, en definitiva, un rendimiento económico a costa -y no en cooperación- del otro. La etiqueta street art cumple la función «creativa» que este modelo de ciudad demanda. ¿Por qué si no tanta permisividad con algo que se supone es ilegal? No es que no moleste, es que interesa. Lo inmediato y espectacular se extiende como un virus desde las calles hasta las redes. Se me ha contactado para pintar por encargo en hostales, para participar en supuestos artículos periodísticos, que en realidad eran propagandísticos, o, directamente, para algún evento publicitario relacionado con estas cuestiones. Todo enfocado a perpetuar el modelo impuesto. Siempre me he negado, pensando que con ello estaba siendo fiel a mi posición, pero ¿acaso cuando actúo por cuenta propia (o creo que lo hago) estoy siendo realmente independiente? Lo dudo, y por eso, tras mucho tiempo debatiéndome entre continuar por inercia mi actividad y mantenerme en cierta zona de confort, o romper con todo esto, he optado, una vez más, por lo último.


Borrado #17. Málaga. 2022

El pensamiento crítico que he intentado construir y transmitir con mi trabajo no puede germinar en un entorno así. El problema no es la pintura misma, si no el contexto en el que se realiza. Sencillamente pienso que cualquier mural con un aspecto relativamente atractivo -dejando aparte el juego del graffiti tradicional y vandálico, que es posiblemente lo único que tenga algún sentido hoy- que se lleve a cabo en el centro de una ciudad como Málaga (y esto es extrapolable a miles de casos), no pertenece a la calle, dado que la calle ya no es tal. Pintar hoy murales en un lugar como éste, es hacerlo en un parque temático ya asumido por la ciudadanía, por lo que cualquier obra, a pesar de que se haga con una «buena» intención, se asimila como parte de ese decorado artificial. Todo lo que antes era arte urbano espontáneo e independiente, hoy (en el caso de que se haga con esa idea y no con otra), es desactivado automáticamente por el propio contexto en el que se presenta. El transeúnte (casi siempre un turista) recibe el muralismo local (u otras prácticas similares) de la misma manera que consume un souvenir de Picasso. Es parte del show. El continuo uso frívolo de ciertas prácticas independientes ha desprovisto a éstas de una hipotética dimensión crítica.

Pintar hoy murales en un lugar como éste, es hacerlo en un parque temático ya asumido por la ciudadanía, por lo que cualquier obra, a pesar de que se haga con una «buena» intención, se asimila como parte de ese decorado artificial.

Observamos, también, de qué manera el espíritu contestatario que en un principio cuestionó lo planteado en el barrio del Ensanche Heredia (bautizado convenientemente como Soho) se sustentó en la mala idea de contraponer este modelo al del barrio de Lagunillas, auto denominándose como el “auténtico Soho”. Hoy, y como sostuve desde un inicio, Lagunillas efectivamente va camino de convertirse en un “Soho”, es decir en un barrio gentrificado, en el cual se expulsa a los vecinos y donde inauguran periódicamente más apartamentos turísticos. Todo lo que no sea deslocalizar la intervención independiente correrá un alto riesgo de ser fagocitado; y por eso hoy hay visitas guiadas tanto al street art del Soho, como al de Lagunillas, ya que desde cierta perspectiva significan lo mismo: elementos despolitizados e inofensivos a partir de los cuales extraer capital. De hecho, Lagunillas es aún más atractivo para este punto de vista debido a esa apariencia de barrio “auténtico”; una ilusión que se desvanece en cuanto comienzan a rodar maletas por sus aceras.


Borrado #20. Málaga. 2022

Mi actividad durante esta última década en las calles ha intentado (sin duda cayendo en contradicciones) ser coherente con mi posicionamiento teórico. Ahora lo coherente es cerrar esta etapa y enfocarme en otras maneras de hacer. He intervenido varias veces, y a lo largo del tiempo, en los mismos lugares, en las mismas paredes, conozco sus formas y sus accidentes, conozco su entorno. He visto su evolución en primera persona. He pasado de hablar con el vecindario, a que un turista borracho me ofreciera una limosna (como el actor del decorado que efectivamente era para él). En este caso creo que sé bien de lo que hablo. No dejo de pintar, ni de buscar grietas en todo esto del Arte (con o sin mayúsculas), simplemente dejo de hacerlo en estos espacios porque ya no son aquello que yo pensé que eran. Actualmente la intervención urbana local es la instalación masiva de candados de llaves para apartamentos turísticos. Esta es la realidad. No quiero compartir espacio con nada de eso. Y es debido a algunas de estas razones por las que he decidido borrar el contenido de todas mis piezas. Veré crecer sobre ellas, como crece el musgo, al graffiti salvaje, tags y throw-ups felizmente incomprendidos. Espero que así sea. Confío en que esta imagen de vacío y caos pueda conformar algo interesante. Aunque sospecho que, una vez más, seremos arrastrados por la sumisión a la inmediatez: nuestra verdadera alienación.